Si Diógenes viviera…
Por El Diógenes
Oh, habitantes de este país llamado México, ¿acaso habéis perdido toda capacidad de discernir entre lo razonable y lo absurdo? ¿No os bastan los árboles caídos, los costos inflados y los desastres anunciados para abrir los ojos a la realidad? Permitidme, entonces, que un cínico viejo y barbudo como yo, armado solo con una lámpara que ya ni busco hombres honestos, sino siquiera despiertos, os sacuda con la verdad: os han vendido espejismos a precio de oro.
El argumento para extinguir el INAI es una joya digna de Sófocles en su tragedia: “era caro y no servía”. Mil millones de pesos al año para fiscalizar, garantizar derechos y exponer las entrañas del poder. Y sin embargo, ¿qué valor tiene esto frente a los modestos dispendios del régimen? ¿Ocho mil millones de dólares convertidos en más de dieciséis para una refinería que, dicen, refina más discursos que barriles? ¿Ciento cincuenta mil millones de pesos por un aeropuerto cancelado? ¿Siete millones de árboles sacrificados en nombre de un tren que arrastra consigo no solo piedras, sino dignidades perdidas?
¡Ah, pero el INAI era el problema! El último susurro de transparencia no valía la pena.
¡Qué irónica comedia que quienes despotrican contra el despilfarro sean los mismos que construyen monumentos al exceso! Me pregunto si alguna vez calcularon cuánto costaría derrumbar cada árbol, cada institución, cada contrapeso. ¿O acaso la cifra no importa, siempre y cuando el César pueda gobernar sin oposición?
Pero más insidiosa que la ceguera del gobernante es la apatía de su pueblo. Vosotros, ciudadanos, ¿qué hacéis mientras el poder se centraliza, los contrapesos se disuelven y la sombra del partido único se cierne nuevamente sobre la república? ¿Acaso os limitáis a murmurar en las plazas digitales, creyendo que el ruido sustituye a la acción? ¿Os conformáis con mirar el desfile de abusos mientras os venden promesas? ¡La corrupción ha desaparecido!, exclama el tribuno, mientras el hedor de los sobrecostos y los contratos os envuelve como una nube pestilente.
Decidme, ¿cómo os reconciliáis con este retorno al pasado, a la época en que un solo partido gobernaba, sin contrapesos, sin transparencia y sin freno? ¿Acaso pensáis que vuestra resignación os protegerá cuando el Leviatán termine de devorar las instituciones? Yo, un cínico que vivía en un barril, os aseguro que el confort es una prisión, y el silencio, la cadena que os ata a vuestra condena.
Por tanto, os exhorto a despertar antes de que sea demasiado tarde. El INAI es solo una pieza del tablero; detrás de su caída viene la eliminación de lo que aún queda de vuestra democracia. Cuando los hombres libres entregan su vigilancia, los tiranos no necesitan espadas para someterlos. México, ¿te resignarás a ser gobernado por el eco de tus errores, o te alzarás para reclamar lo que es tuyo?