Karina Cancino/Tepic
Y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen”. Octavio Paz
Este texto no es un recuento estadístico, aunque tendrá datos. No es un acto de contrición.Es una blasfemia con tinte de esperanza. Es una dicotomía sobre el ejercicio del periodismo hecho por mujeres, principalmente en Nayarit aunque puede ser en cualquier otro sitio, porque el común denominador somos nosotras.
La violencia se hace mayor cuando no se visibiliza, cuando no se habla de ella y se normaliza. Entre las mujeres periodistas -quienes por el hecho de ser mujeres ya tienen la carga histórica de violencia de género-surgen mecanismos de autodefensa, y son muchas veces la autocensura o el abandono de la profesión, los principales.
“No hay quién pague la vida, no hay una nota que valga la pena para poner en riesgo a la familia. Si la sociedad no denuncia, entonces no denunciamos. Si la sociedad no habla y no demanda, entonces no demandemos; porque llega un momento en que te paras en medio de tu casa y ves que todo lo que tienes es a tu familia y que estás sola porque no hay quién te respalde y la sociedad, menos”, me contó Lorena Meza, periodista desde hace 20 años en Nayarit -trabajó en medios como Primera Plana y Vanguardia; actualmente tiene su propio medio, Radio VIP-. Ella y su familia fueron víctimas de violencia y amenazas del estado.
En 2014, a finales de junio, a las 7 de la mañana, tres patrullas se estacionaron afuera de su casa y llamaron a su puerta. El comandante del turno – de quien omitió dar el nombre por razones de seguridad- le dijo que “no se fuera a asustar” porque le traían a su hijo, al que detuvieron dos horas antes luego de confundirlo con otra persona. Lo habían esposado y lo sometieron durante dos horas, pero lo devolvieron a su hogar.
Lorena buscó al entonces secretario de seguridad pública, Jorge Alonso Campos Huerta, quien le explicó que en la bitácora de entrada y salida de la comandancia estatal no había registro, pero que “si quería saber más, le preguntara a Veytia”. Este último era el ex fiscal que fue detenido en funciones en Estados Unidos, y sentenciado en 2019 a 20 años de prisión por narcotráfico, pero que en Nayarit es señalado por tejer una red criminal con modus operandi tendiente despojar y extorsionar mediante la amenaza y la tortura.
Lorena denunció ante la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, porque sospechaba que la causa era su trabajo en los últimos días previos a la elección, reporteando a grupos antagónicos al poder en turno, el del priísta Roberto Sandoval-detenido desde el 6 junio de 2021 por presuntos delitos estatales y federales-; lo comprobó cuando después de esa denuncia, el ex fiscal Veytia tras una conferencia de prensa, sostuvo su mano y le advirtió: pórtate bien, morena. Desde ese día, confiesa que ha dejado de abordar temas que le puedan afectar a sus familiares, antes que a ella.
A raíz de esta circunstancia, Lorena junto con Norma Cardoso -columnista nayarita- otras personas, se han dedicado a atender los casos de agresiones contra periodistas en Nayarit y han impulsado iniciativas legislativas para crear leyes de protección al trabajo periodístico, apoyos para la salud y demás beneficios para el gremio; pero todo con la formalidad de la solidaridad y la amistad porque carecen del tiempo y recursos para conformar una organización.
Hay otras periodistas y reporteras que han sufrido agresiones de distitos tipos, pero no tenemos estadísticas de ninguna índole porque hace falta un observatorio de medios y sobre todo encaminado a estudiar las situaciones de género en éstos. Porque la aculturación, la educación y la ideologización local, depende de sus medios de comunicación y lo que sucede en ellos. Entonces la visión y situación de las mujeres en los espacios en los que se desarrolla, también está embebido de sus experiencias.
Para conocer el panorama de las y los periodistas en cuanto a seguridad – en todos los ángulos- nos valemos de los reportes que se han atendido desde las organizaciones o grupos de periodistas interesadas en atender las agresiones en general a este sector; y según Lorena Meza, atendidos desde hace 12 años se han presentado al menos 17 casos de agresiones diversas, y 1 asesinato, en diciembre de 2018.
La precarización salarial, las cargas laborales, la falta de seguridad social o asistencia sanitaria son quejas comunes en el sector, pero no difiere a lo que sucede en el país, sin embargo no omito decir, que si para los hombres es dificil la situación, para las mujeres es mayor el problema. Brechas de género que en nuestro entorno son fáciles de prever denotando que: los medios de comunicación con mayor poder de difusión y contratación comercial, tienen como dueños y accionistas mayoritarios a hombres.
En otros medios fuera de esta connotación, las mujeres juegan el papel de la coordinación pero no hay acceso a la negociación, ni a la participación de las agendas del poder.
“Hace 4 años me convertí en mamá y el día que exhiberon a mi hijo en una fotografía comprendí que yo podía enfrentar las consecuencias de mis actos pero él no tenía por qué hacerlo; me he vuelto más cautelosa y cuidadosa con mi trabajo, nos amenazan con mayor facilidad porque nos creen vulnerables, atacan a nuestros hijos porque saben que nos duele”, respondió Libni Tapia cuando le pregunté si su actividad periodística había sido vulnerada por ser mujer.
Libni consideró que existe censura constante hacia las mujeres que ejercen el periodismo. Desde hace 15 años se dedica a ello y aseguró que “siempre que haya una persona con poder, que crea que la única manera de frenar nuestro ejercicio es callarnos, recurrirá a la intimidación o a las amenazas directas o indirectas”; a ella la amenazó un director de policía, también en los mismos años en que gobernaba Roberto Sandoval y Veytia; y dijo que ha tenido que renunciar a sus trabajos por no apoyar a ciertos candidatos, dar seguimiento a denuncias que afectaban a funcionarios, o cuestionar a otros; incluso dijo que ha padecido “muerte digital”, debido a que han bloqueado sus perfiles en redes sociales, incluso los de su medio propio, Entérate Nayarit.
Hace unos días revisaba el informe de la UNESCO “Incorporando la perspectiva de género en los mecanismos de protección de periodistas en México, Irak y Afganistan (2021)” y advertía que el 35% de las mujeres periodistas ha señalado que ha sido violentada durante sus coberturas informativas; el 19% de ellas ha sido víctima de alguna forma de violencia digital, principalmente acoso a través de mensajes privados; 17% ha sido víctima de lenguaje de odio, 11% ha sido amenazada para afectar su reputación y el mismo 11% recibió amenazas para ser afectada en su situación profesional.
Hace 13 años, con la expansión de las redes sociales, se abrió la posibilidad de ahondar en el escarnio, de hacer de la libertad de expresión una bandera roída y revés que representaba a una sociedad con la necesidad de querer saber, con morbo, Todo. Y ante malas prácticas del algunas personas, la estigmatización de las personas en medios de comunicación inició una escalada que ha alcanzado niveles insospechados, al grado de que la máxima autoridad del país quiera definir quiénes son o no, periodistas. Aunque estoy de acuerdo que desde nuestros gremios, apliquemos decálogos de ética, mecanismos de verificación y profesionalización de nuestro procesos. Articularnos es una opción contra los males, pero no hemos empezado.
Creo que a partir de la extrema violencia que vivió Nayarit entre 2010 y 2017, cuando los pozoles humanos, las personas embolsadas, los colgados, los enfrentamientos armados en las calles y las desapariciones formaron parte de la cotidianeidad, se normalizó el mal, el escarnio, la venganza y resentimiento contra el otro, la violencia pues. Y en los planes de “recuperación” nunca estuvo presente la atención psicosocial de la población. Así que aquí vamos, replicando males.
Por otro lado, otra crisis actual, el contexto de la pandemia por Covid-19, las cuestiones no mejoraron; las mujeres tuvieron que resguardarse con sus hijos e hijas y en algunos casos combinar las labores del periodismo a distancia, con la educación de la familia, y atender la sobrevivencia. El informe que referí antes, de la UNESCO dijo que el 42.9% de las mujeres periodistas consultadas señaló que sus actividades laborales fueron afectadas,pero el 34.3% de ellas, también expuso que su condición laboral o contrato se precarizó. El 19% de estas mujeres dijo sufrir entonces, violencia económica. Lo que destaca del informe presentado es que el 27% de los agresores de mujeres son representantes de los medios para los que laboran; 20% agentes del Estado; 13% fuentes infomativas y 21% agresores no identificados.
Pero hoy seguimos picando piedra, porque creo que los cambios nos permitirán analizar nuevos lenguajes, nuevas maneras de hacer periodismo; después de las grandes guerras la humanidad resurgió con avances tecnológicos que renovaron las eras; y las nayaritas estaremos aquí tomando nota para contar la historia.